LA “FAROLATRÍA” MURCIANA







Uno de los aspectos más olvidados de la protección del paisaje es el que se refiere a la protección del cielo nocturno de la cada vez más agobiante contaminación lumínica.

El cielo nocturno es, sin lugar a dudas, un objeto de contemplación. Quien más y quien menos ha dedicado alguna noche de verano a mirar las estrellas, intentando identificar las figuras de las constelaciones y sintiendo una dulce y remota duda sobre las dimensiones del Universo y el sentido de la condición humana.

Sin embargo, hoy en día existen ciudades como Murcia en las que la contemplación del cielo nocturno no pasa de ser un remoto recuerdo de infancia. Cualquiera puede hacer la prueba esta noche. Si se asoma a la ventana y mira al cielo podrá comprobar como ya no se puede ver absolutamente nada. El desarrollo experimentado por la ciudad en los últimos años ha ido acompañado de una auténtica siembra de farolas a lo largo y ancho de la ciudad que nos han privado de la contemplación de las estrellas.

Pero el problema de esta contaminación lumínica no se limita a los aspectos líricos de vernos privados de la contemplación del cielo estrellado. Cualquiera que viva en Murcia en una altura inferior a un cuarto piso puede sentir perfectamente como, cuando llega el verano y el calor hace necesario dormir con la ventana abierta, esa iluminación no deseada se cuela dentro de nuestro dormitorio haciendo casi imposible el descanso nocturno.


He tenido oportunidad de visitar lugares sin alumbrado público. En unos casos, la ausencia de farolas venía determinada por falta de recursos económicos del país y en otros casos por razones de oportunidad. Este es el caso de la isla de Stromboli en el archipiélago de las Eolias. Esta isla, con su volcán en permanente erupción, es un refugio de millonarios y artistas de las más diversas condiciones y sin embargo no tiene alumbrado público. Si uno quiere salir a cenar a un restaurante por la noche o simplemente dar una vuelta, debe ir provisto de su propia linterna y puedo asegurar que lejos de constituir un problema, tiene su gracia.




Sin llegar a esos extremos anecdóticos, existen ciudades como Córdoba en las que dar un paseo nocturno por la ciudad sigue siendo un placer en sí mismo. La iluminación pública resulta mucho más racional. La imagen nocturna de la ciudad la envuelve en un cierto misterio que la dota de encanto y a buen seguro sus vecinos gozan de un mejor descanso nocturno estival. Eso por no hablar del importe de la factura de consumo mensual de luz y que debe ser bastante menos abultada que la de Murcia, extremo este último que en tiempos de crisis no deja de tener su importancia.

Lo cierto es que en estos últimos tiempos el municipio de Murcia ha venido viviendo lo que podríamos llamar una “farolatría” que se ha manifestado entre otras circunstancias en la inversión de los fondos del desafortunado Plan E en poner farolas nuevas. Kilómetros de farolas que no alumbran a nadie y que han transformado incluso fantásticos lugares de huerta por el que salíamos a correr cuatro gatos en una periferia degradada con luz artificial.

La defensa de las virtudes de la farola es bien sencilla: si quitamos farolas aumenta la delincuencia. Ya está, así de sencillo. Sin embargo, ese argumento ya no cuela. Los tiempos de los embozados del motín de Esquilache ya quedan algo lejos en la historia y el uso de la capa española está en franco retroceso. Además, hay que pensar en las pobres parejas de novios, que en esta ciudad hace años que no encuentran un rincón oscuro.





5 comentarios:

  1. Lo del concepto "farolatría" es de nota, alta - alta. Me lo pido para usarlo en algunas conversaciones que me llueven últimamente sobre la no-gestión pública!

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  2. Por supuesto que tienes via libre para difundir el concepto por donde estimes conveniente, y muy especialmente en esos ambientes. Si triunfa ya nos plantearemos lo del copyright, jajaja.

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  3. Si bien puede ser plausible, habría que ver hasta qué punto, existe este efecto disuasorio frente a la delincuencia. La existencia de la delincuencia hay que buscarla en otras causas y si no te roban en un sitio te atracarán en otro, no creo que puedan iluminar todo el territorio con el fin de evitar la delincuencia. Y en cualquier caso tal efecto disuasorio puede ser cada vez menos si el delicuente es cada vez más descarado frente a las penas. Por otra parte, la disuasión sería más efectiva con cámaras de vigilancia una vez te decides a iluminar un lugar determinado. Tampoco creo que todos los lugares iluminados de más requieran de un efecto disuario a través de la iluminación, pues que yo sepa las farolas se ponen por sistema allí donde se urbaniza más como signo de progreso que otra cosa. Creo que la razón es esa, asociar la iluminación a signo de progreso y la idea de que su ausencia, y la oscuridad, generaría una imagen decadente o subdesarrollada del lugar. Esto es un prejuicio que arrastramos de la mala imagen que tenemos de nuestro pasado por haber sido un país agrícola con un desarrollo industrial tardío.
    Durán, apuntate un acierto más con el tema elegido y su tratamiento.

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  4. Por cierto, bonita foto la del blog (jeje). ¿Qué significa? ¿El ciclo de transformación entre materia-energía en que se basa la naturaleza y, por tanto, el paisaje y la vida?

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  5. Como siempre, muy acertada tu visión complementaria del tema.
    En cuanto al significado de la foto, habrá que preguntarle al gran profesional de la fotografía que la realizó, si bien pienso que tu interpretación podría ser perfectamente la correcta.

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