DE ARROCES Y RÍOS

Publicado en el diario "La Verdad" el 16 de marzo de 2015




El coto arrocero ha estado siempre ahí. Hace siglos que configura uno de los paisajes más singulares del sureste español. A pesar de que en su denominación sólo se alude al municipio de Calasparra, lo cierto es que se extiende a lo largo de algo más de mil hectáreas entre los municipios de Calasparra, Moratalla y Hellín.

Lo  más característico de esta zona alta del Río Segura y Mundo es el cultivo de arroz. La siembra se realiza entre los meses de abril y mayo. De esta forma, cuando llega el verano y el sol ya ha resecado los campos cercanos, el Segura sigue serpenteando por su vega alta formando un verdadero mosaico de teselas esmeralda y aguamarina que conquista al viajero.

El arroz no puede entenderse en toda su rica dimensión sin su entorno, sin la cercanía del Segura y de los paisajes y bosques de su ribera. Limitarnos a un concepto estrecho de gastronomía, centrado en el producto sin considerar su entorno, nos privaría de toda la riqueza de sabores, olores y colores con los que cada tierra dota a sus frutos.

Hablar de Arroz de Calasparra es hablar de bosques de ribera, del brío de las aguas cristalinas del cauce alto del Segura, de cultivos y saberes tradicionales y de un entorno que permite a las parcelas producir un arroz único, capaz de trasladar al plato la excelencia natural de su zona de producción.

Esta es la convicción que subyace en la colaboración que ha iniciado la Academia de Gastronomía con dos proyectos europeos LIFE (Riverlink y Ripisilva) en los que Confederación Hidrográfica del Segura, Comunidad Autónoma de Murcia, Ayuntamientos, Universidades, arroceros y grupos ecologistas se han unido para recuperar el bosque de ribera, la conectividad fluvial y la riqueza piscícola en la zona media alta del Segura, buscando devolver al Río su dimensión de infraestructura verde vertebradora de la Región.

La idea clave: buscar excelencia gastronómica en la unión del trabajo del agricultor con una actividad voluntaria y colectiva de conservación de la biodiversidad y el paisaje capaz de ser trasladado y visualizado en el producto. En este trabajo, el ancestral arroz se ha revelado como un verdadero icono, haciendo patente el potencial de la gastronomía no sólo para el sector servicios sino también como dinamizador de la agricultura,  el turismo, la biodiversidad y el paisaje de la zona.




GUSTO Y MEMORIA

Columna gastronómica publicada en el Diário La Verdad el 15 de febrero de 2014

http://www.laverdad.es/murcia/v/20140215/sociedad-murcia/gusto-memoria-20140215.html








Cada tierra tiene un sabor. No hay duda. Cuando viajamos lo hacemos con los sentidos y si la vista tiene una relación privilegiada con la memoria, el gusto no se queda atrás. ¿Quién no recuerda un pueblo perdido por la nobleza de un queso? ¿Cuántas veces recordamos más una ciudad por sus conservas que por sus monumentos? Si pronunciamos espárragos, ¿qué lugar rememora?


Cada vez son menos quienes a la vuelta de un viaje obsequian a sus allegados con una camiseta del tipo 'yo estuve aquí' y un platito de porcelana en el que se compendia lo más gozoso de lo 'kitsch'. Se me abrieron los ojos cuando mi madre me obsequió con un magnífico trozo de queso de Parma envuelto en su correspondiente papel de estraza. Desde entonces, nunca he comprado un regalo que no fuera comestible -o en su caso, bebestible-. ¿Qué mejor manera de compartir una experiencia con quienes estimamos que haciéndolos partícipes de ella a través de sus propios sentidos? Pero es que, además, la técnica nos brinda la posibilidad de disfrutar de muchos productos de cualquier parte del mundo, sin tan siquiera haber estado nunca allí. De una forma o de otra, podemos disfrutar de esa expresión de la cultura y el territorio que es la gastronomía, sin apenas salir de casa.


Por todo ello, el producto bien elaborado va ocupando poco a poco el papel central que le corresponde en la gastronomía. La concepción reduccionista centrada en la sofisticación de las elaboraciones y limitada a la restauración, en un sentido estricto, va dejando paso a una visión más amplia de la gastronomía con sus conexiones con la cultura, la nutrición, el producto y el medio ambiente.


La Real Academia de Gastronomía, en una línea ya consolidada de apostar por la excelencia también de los productos, y en colaboración con las academias regionales, elabora una Guía de los alimentos y bebidas de calidad de España, en la que la Región de Murcia debe ocupar un lugar destacado.


En pocos lugares se aúna diversidad de productos, tradición y mestizaje cultural en una elaboración tan singular. Desde los salazones a la conserva, pasando por los quesos y, cómo no, los vinos de la Región y tantos otros productos son expresión genuina del paisaje y del territorio de esta tierra que aún tiene mucho que aportar al patrimonio gastronómico español.


LOS PAISAJES DE LA SIERRA MINERA


Con la financiación de la Fundación Biodiversidad y en el marco del Convenio Europeo del Paisajes y del Pacto Mundial de Naciones Unidas (Global Compact), el Observatorio del Paisaje de la Región de Murcia  ha colaborado en la realización en la zona de la Sierra Minera de Cartagena -escenario del desastre ecológico de Portman,-  de un de estudio y protección del paisaje, que permita su exportación a otras partes del mundo afectadas actualmente por actividades mineras con grandes efectos nocivos sobre el paisaje y la biodiversidad.

El proyecto ha potenciado la utilización de mecanismos innovadores para la financiación de la Biodiversidad, tales como la custodia del T proyecto erritorio y la Responsabilidad Social Corporativa.

Además de la labor de investigación en la que destaca una importante parte dedicada al paisaje en general desde el enfoque del Convenio Europeo del Paisaje, para la elaboración del estudio se han realizado dos proyectos piloto:

1. Realización de una obra de recuperación de tramos de los senderos que dan acceso a la Sierra Minera y que serían utilizados como itinerarios paisajísticos.

2. Realización de un borrador de Ordenanza de paisaje que permita sentar las bases para una posterior determinación de los valores paisajísticos.

El próximo viernes día 14 participaremos en la mesa redonda que con motivo de este proyecto tendrá lugar en el Salón de Grados de la Facultad de Económicas de la Universidad de Murcia y a la que estáis todos inivtados.

MEDIA CESTA DE NUECES

Las primeras nueces del otoño


Esta mañana ha empezado el otoño. En verdad, el otoño en Murcia debió comenzar con las lluvias torrenciales de septiembre. Quizá llevemos ya una semana de otoño pero no me he dado cuenta hasta esta mañana.

En apenas una semana la huerta ha cambiado. Las matas de las hortalizas se han agostado y las parras han pasado del verde intenso al amarillo rojizo. La tierra huele distinto y la luz ha cambiado. Va dejando cada vez más terreno a la sombra.

La gastronomía es capaz de hacernos partícipes de ese universo en transformación que cada vez nos resulta más difícil percibir. Creemos ser capaces de vivir al margen de las estaciones y de los paisajes cambiantes. Los cambios de estación producen efectos poco significativos en nuestra vida urbana cotidiana. Y sin embargo, en verdad, es la vida misma la que deja suceder sus ciclos sin pensar en nosotros.

Néstor Luján definió con acierto el trabajo de Pilar Juárez –nuestra última anfitriona en los ágapes de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia y alma del Restaurante María Zapata- como “metabolizar el paisaje” y eso me ha llevado a dedicar la mañana del sábado a volver la mirada a esa realidad que cómo amantes de la gastronomía esperamos metabolizar, o lo que es mejor, esperamos que alguien con sensibilidad y maestría sea capaz de metabolizar para nosotros.

El otoño me ha ofrecido como primer regalo media cesta de nueces que el viento ha tenido la atención de ir acumulando debajo del nogal sobre una capa de hojas secas. A continuación he hecho lo propio con los higos verdales. No tienen ya el toque goloso de los ñorales pero, en cambio, el otoño los ha compensado con un carácter más fresco y frutal.

Luego le ha llegado el turno a unos dátiles que la avifauna local tiene a bien compartir con nosotros. Las palmeras pequeñas aún nos permiten coger maduros sus frutos directamente de la uva, dándonos uno de los productos más deliciosos, singulares y diversos que ofrece la naturaleza.

No hay dos personas iguales. Lo mismo sucede con las palmeras. Cada una ofrece dátiles únicos con un sabor, un color y una morfología totalmente distinta a las demás. Creo que el dátil o el vino deberían ser la bandera y el santo y seña de los movimientos antiglobalización. No imagino nada más variado ni más difícil de reducir a la unidad. Por último he cogido los primeros caquis y algunas granadas.

He vuelto a la ciudad con mi pequeño botín. Hoy hemos tomado para comer un poco de paisaje y algo de otoño. Los dátiles abiertos y deshuesados rellenos de queso de untar y coronados por media nuez recién partida han servido de magnífica obertura a una sencilla y peculiar sinfonía de otoño a la que los caquis y los higos verdales han puesto el broche final.

Indiscutiblemente el valor añadido de nuestra gastronomía pasa por metabolizar el paisaje y las estaciones, la historia y el arte de manera que seamos capaces de emplatar los colores, los olores y los sabores de nuestra tierra y ofrecerlos a propios y extraños de una forma sincera y auténtica.

Ahora que el fin de la posmodernidad se nos presenta cada vez más como un hecho evidente, la gastronomía debe cumplir una nueva función. Ya no basta con que nos alimente o nos deleite. Ahora también debe servir para acercarnos a la naturaleza, para hacernos partícipes de la vida y en último término de la verdad. La gastronomía de hoy, como la vieja ciencia aristotélica de antaño, debe partir de la naturaleza para poder ser maestra de la vida.

VIAJE A LA CUNA DEL PAISAJISMO FRANCÉS



El Palacio de Vaux-le-Vicomte es un lugar relativamente tranquilo comparado con otros grandes monumentos de Francia. Suele quedar a salvo de las oleadas de turistas que, tras pasar unos días en París, normalmente prefieren dedicar su tiempo a visitar Versalles, Chartres,  o como mucho Fontainebleau. Sin embargo, es uno de los lugares más interesantes que uno puede visitar en los alrededores de París.
El Château y los jardines de Vaux-le-Vicomte fueron construidos por Nicolás Fouquet, superintendente de finanzas de Luis XIV. Fouquet, de orígenes modestos, había logrado amasar una inmensa fortuna, en opinión de la mayoría por sus propios méritos y en opinión de otros, a costa del erario público. El caso es que, con independencia de cuál fuera el origen de su dinero, nuestro personaje decidió rodearse de belleza mediante la construcción de una espléndida residencia en Vaux.




Fouquet se caracterizó por sus esplendidez y por una marcada sensibilidad para con el arte y la belleza. Según todos los testimonios tenía una personalidad arrolladora en la que confluían la eficacia en la gestión, la creatividad y una empatía natural con cualquiera que fuera su interlocutor. Fue mecenas de famosos poetas y dramaturgos  y en general, amigo y protector de numerosos artistas. Así pues, encargó la construcción de Vaux a un equipo de artistas excepcional: el arquitecto Luis Le Vau, el pintor Charles Le Brun y el paisajista André Le Nôtre, que al diseñar Vaux Le Vicomte crearon un modelo arquitectónico y paisajístico que fue la partida de nacimiento del palacio y el jardín de estilo francés.
Según muchos autores, el culmen de la gloria de Fouquet y el comienzo de su desgracia coincidieron en un mismo momento: la noche del 17 de agosto de 1661. Ese día Fouquet organizó una magnífica fiesta para celebrar la ansiada visita a su residencia de Luis XIV. No escatimó ningún gasto: obras de teatro creadas y dirigidas por Moliere para la ocasión, fuegos artificiales, fuentes, paseos en barca por los canales, alardes gastronómicos… todo para agasajar a su Rey.




Sin embargo, tanta magnanimidad produjo el efecto contrario al esperado. El Rey, abrumado por tanta riqueza y ostentación y azuzado por Colbert -al que la envidia le devoraba y que deseaba vivamente el puesto de Fouquet y que finalmente acabaría ocupando-, quedó convencido de que tanta riqueza no podría haberla obtenido Fouquet sino apoderándose de los recursos públicos.
El caso Fouqet no estaba muy claro a los ojos de la justicia. De hecho, no falta quien defiende que fue inocente de todos los cargos que le imputaron. Pero lo cierto es que, ante la duda, el Rey ordenó su detención y pocos días después, sus bienes fueron confiscados y Fouquet encarcelado hasta su muerte.

En cuanto al equipo de artistas contratados por Fouquet para levantar Vaux, corrieron mejor suerte, ya que el propio Luis XIV, que siempre admiró la inteligencia de Nicolás Fouquet, los contrató para diseñar y construir otro palacio y otro jardín que hoy se conocen universalmente: Versalles.

LA “FAROLATRÍA” MURCIANA







Uno de los aspectos más olvidados de la protección del paisaje es el que se refiere a la protección del cielo nocturno de la cada vez más agobiante contaminación lumínica.

El cielo nocturno es, sin lugar a dudas, un objeto de contemplación. Quien más y quien menos ha dedicado alguna noche de verano a mirar las estrellas, intentando identificar las figuras de las constelaciones y sintiendo una dulce y remota duda sobre las dimensiones del Universo y el sentido de la condición humana.

Sin embargo, hoy en día existen ciudades como Murcia en las que la contemplación del cielo nocturno no pasa de ser un remoto recuerdo de infancia. Cualquiera puede hacer la prueba esta noche. Si se asoma a la ventana y mira al cielo podrá comprobar como ya no se puede ver absolutamente nada. El desarrollo experimentado por la ciudad en los últimos años ha ido acompañado de una auténtica siembra de farolas a lo largo y ancho de la ciudad que nos han privado de la contemplación de las estrellas.

Pero el problema de esta contaminación lumínica no se limita a los aspectos líricos de vernos privados de la contemplación del cielo estrellado. Cualquiera que viva en Murcia en una altura inferior a un cuarto piso puede sentir perfectamente como, cuando llega el verano y el calor hace necesario dormir con la ventana abierta, esa iluminación no deseada se cuela dentro de nuestro dormitorio haciendo casi imposible el descanso nocturno.


He tenido oportunidad de visitar lugares sin alumbrado público. En unos casos, la ausencia de farolas venía determinada por falta de recursos económicos del país y en otros casos por razones de oportunidad. Este es el caso de la isla de Stromboli en el archipiélago de las Eolias. Esta isla, con su volcán en permanente erupción, es un refugio de millonarios y artistas de las más diversas condiciones y sin embargo no tiene alumbrado público. Si uno quiere salir a cenar a un restaurante por la noche o simplemente dar una vuelta, debe ir provisto de su propia linterna y puedo asegurar que lejos de constituir un problema, tiene su gracia.




Sin llegar a esos extremos anecdóticos, existen ciudades como Córdoba en las que dar un paseo nocturno por la ciudad sigue siendo un placer en sí mismo. La iluminación pública resulta mucho más racional. La imagen nocturna de la ciudad la envuelve en un cierto misterio que la dota de encanto y a buen seguro sus vecinos gozan de un mejor descanso nocturno estival. Eso por no hablar del importe de la factura de consumo mensual de luz y que debe ser bastante menos abultada que la de Murcia, extremo este último que en tiempos de crisis no deja de tener su importancia.

Lo cierto es que en estos últimos tiempos el municipio de Murcia ha venido viviendo lo que podríamos llamar una “farolatría” que se ha manifestado entre otras circunstancias en la inversión de los fondos del desafortunado Plan E en poner farolas nuevas. Kilómetros de farolas que no alumbran a nadie y que han transformado incluso fantásticos lugares de huerta por el que salíamos a correr cuatro gatos en una periferia degradada con luz artificial.

La defensa de las virtudes de la farola es bien sencilla: si quitamos farolas aumenta la delincuencia. Ya está, así de sencillo. Sin embargo, ese argumento ya no cuela. Los tiempos de los embozados del motín de Esquilache ya quedan algo lejos en la historia y el uso de la capa española está en franco retroceso. Además, hay que pensar en las pobres parejas de novios, que en esta ciudad hace años que no encuentran un rincón oscuro.





¿PUEDE UN ESPACIO DEGRADADO COMO LA SIERRA MINERA SER UN PATRIMONIO NATURAL PARA EL TURISMO?


    Fig 1: Vista general del lugar desde el pantano recreativo existente y aguas abajo. Parque Nacional de Snowdonia (Llanberis, Gales)


He recibido un comentario a mi anterior entrada remitido por Pedro Cartagena, un buen amigo y uno de los pocos especialistas españoles en economía ambiental. Por su contenido, he considerado interesante dotar al comentario de una entrada propia que seguro que será del interés de muchos.

"En relación a la entrada titulada "Incendio de la Sierra Minera" y las consideraciones expuestas en el mismo he querido profundizar un poco más, aunque no sin antes agradecer al autor de este blog mi participación en este marco de reflexión que nos ofrece, así como la sagacidad que suele exhibir para explorar estas cuestiones y de forma amena.

El sector de la construcción depende de una demanda, entre ellas la turística. Esta tiene como atributos o características, entre otras, las relacionadas con la calidad y atractivo del paisaje, y que no siempre son independientes sino que existen dependencias entre ellas con otras variables de dicha demanda como la accesibilidad y distancia entre el lugar de residencia y el de recreo o disfrute. La relación de dependencia puede ser negativa a partir de un umbral o valor, donde la variación positiva de unas puede conllevar la variación negativa de otras. 

              Fig. 2 Corta y lago creados para los trabajos en la actividad extractiva Parque Nacional de Snowdonia (Llanberis, Gales)

Por ello, es importante que el técnico quien previamente fundamente las actuaciones urbanísticas o de uso público y el político que, finalmente, decida, tengan muy claro hasta dónde se puede llegar modificando dichas variables con interdependencias sin menoscabo de reducir la demanda turística. Si la decisión excluye o interpreta dichas interdependencias con un planteamiento técnico erróneo o, en el caso más frecuente, influido por intereses particulares o de miras cortoplacistas, que priman en el proceso de decisión el resultado no será favorable a la economía dependiente del turismo y mucho menos a largo plazo.


    Fig. 3 Fachada principal del museo de la minas de pizarra  Parque Nacional de Snowdonia (Llanberis, Gales)
A todo esto se añade un contexto desfavorable como el actual, de crisis económica, donde las presiones para obtener un crecimiento a corto plazo son mayores con políticos que tampoco, antes, han estado a la altura con un contexto más favorable desde el punto de vista de la situación económica general pero, sin embargo, con mayores presiones especulativas de carácter inmobiliario.

Las razones económicas de los incendios, supuestamente, deberían estar erradicadas, si la normativa resulta eficaz en desicentivarlas y que no sea posible la reclasificación urbanística de los terrenos que elimine el factor especulativo, la condena penal sea suficientemente disuasoria junto con la exigencia de responsabilidad medioambiental de la reparación de daños por los autores transmita la responsabilidad por el daño a quien lo ocasione.

Existen ya muchos ejemplos de reconversión de sitios degradados para su uso cultural y turístico. Recientemente, visité unas minas donde se extraía la pizarra en el interior del Parque Nacional de Snowdonia (Llanberis, Gales) y esto se hizó realidad y funciona como reclamo turístico y dónde se da una combinación de museo temático de la anterior extracción minera (National Slate Museum ), de actividades recreativas en torno a la zona extractiva por medio de senderos (Padarn Country Park) así como de visitar en autobús los saltos hidroeléctricos que existen en el interior de los túneles excavados en la montaña, por dicha experiencia denominan al lugar de la visita como la Electric Mountain. A estos atractivos se añaden otros, basados en actividades de recreo y deportes de naturaleza, del lugar que hacen que la visita a Llanberis sea lo suficientemente interesante para el visitante.
Posiblemente, el caso de la Sierra Minera exige de una compleja, costosa y genial actuación de restauración y reconversión turística del espacio degradado y que, solamente, pueda aportar, en el mejor de los casos, un valor adicional que aunque no sea significativo, por sí mismo, por su efecto de arrastre, sí genere la sinergia necesaria, en combinación con otras mejoras de los atractivos turísticos, para que resulte en un crecimiento importante del valor turístico local. Por desgracia, como sucede con otras actuaciones regionales de iniciativa pública creo que no se sabe cómo concretarse en un desarrollo que aspire al éxito. La Región de Murcia no se puede permitir nuevos fracasos en tales proyectos, ya abundan los malos ejemplos y en situaciones más favorables para su éxito."

Pedro Cartagena Rocamora