LOS PAISAJES DE LA SIERRA MINERA


Con la financiación de la Fundación Biodiversidad y en el marco del Convenio Europeo del Paisajes y del Pacto Mundial de Naciones Unidas (Global Compact), el Observatorio del Paisaje de la Región de Murcia  ha colaborado en la realización en la zona de la Sierra Minera de Cartagena -escenario del desastre ecológico de Portman,-  de un de estudio y protección del paisaje, que permita su exportación a otras partes del mundo afectadas actualmente por actividades mineras con grandes efectos nocivos sobre el paisaje y la biodiversidad.

El proyecto ha potenciado la utilización de mecanismos innovadores para la financiación de la Biodiversidad, tales como la custodia del T proyecto erritorio y la Responsabilidad Social Corporativa.

Además de la labor de investigación en la que destaca una importante parte dedicada al paisaje en general desde el enfoque del Convenio Europeo del Paisaje, para la elaboración del estudio se han realizado dos proyectos piloto:

1. Realización de una obra de recuperación de tramos de los senderos que dan acceso a la Sierra Minera y que serían utilizados como itinerarios paisajísticos.

2. Realización de un borrador de Ordenanza de paisaje que permita sentar las bases para una posterior determinación de los valores paisajísticos.

El próximo viernes día 14 participaremos en la mesa redonda que con motivo de este proyecto tendrá lugar en el Salón de Grados de la Facultad de Económicas de la Universidad de Murcia y a la que estáis todos inivtados.

MEDIA CESTA DE NUECES

Las primeras nueces del otoño


Esta mañana ha empezado el otoño. En verdad, el otoño en Murcia debió comenzar con las lluvias torrenciales de septiembre. Quizá llevemos ya una semana de otoño pero no me he dado cuenta hasta esta mañana.

En apenas una semana la huerta ha cambiado. Las matas de las hortalizas se han agostado y las parras han pasado del verde intenso al amarillo rojizo. La tierra huele distinto y la luz ha cambiado. Va dejando cada vez más terreno a la sombra.

La gastronomía es capaz de hacernos partícipes de ese universo en transformación que cada vez nos resulta más difícil percibir. Creemos ser capaces de vivir al margen de las estaciones y de los paisajes cambiantes. Los cambios de estación producen efectos poco significativos en nuestra vida urbana cotidiana. Y sin embargo, en verdad, es la vida misma la que deja suceder sus ciclos sin pensar en nosotros.

Néstor Luján definió con acierto el trabajo de Pilar Juárez –nuestra última anfitriona en los ágapes de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia y alma del Restaurante María Zapata- como “metabolizar el paisaje” y eso me ha llevado a dedicar la mañana del sábado a volver la mirada a esa realidad que cómo amantes de la gastronomía esperamos metabolizar, o lo que es mejor, esperamos que alguien con sensibilidad y maestría sea capaz de metabolizar para nosotros.

El otoño me ha ofrecido como primer regalo media cesta de nueces que el viento ha tenido la atención de ir acumulando debajo del nogal sobre una capa de hojas secas. A continuación he hecho lo propio con los higos verdales. No tienen ya el toque goloso de los ñorales pero, en cambio, el otoño los ha compensado con un carácter más fresco y frutal.

Luego le ha llegado el turno a unos dátiles que la avifauna local tiene a bien compartir con nosotros. Las palmeras pequeñas aún nos permiten coger maduros sus frutos directamente de la uva, dándonos uno de los productos más deliciosos, singulares y diversos que ofrece la naturaleza.

No hay dos personas iguales. Lo mismo sucede con las palmeras. Cada una ofrece dátiles únicos con un sabor, un color y una morfología totalmente distinta a las demás. Creo que el dátil o el vino deberían ser la bandera y el santo y seña de los movimientos antiglobalización. No imagino nada más variado ni más difícil de reducir a la unidad. Por último he cogido los primeros caquis y algunas granadas.

He vuelto a la ciudad con mi pequeño botín. Hoy hemos tomado para comer un poco de paisaje y algo de otoño. Los dátiles abiertos y deshuesados rellenos de queso de untar y coronados por media nuez recién partida han servido de magnífica obertura a una sencilla y peculiar sinfonía de otoño a la que los caquis y los higos verdales han puesto el broche final.

Indiscutiblemente el valor añadido de nuestra gastronomía pasa por metabolizar el paisaje y las estaciones, la historia y el arte de manera que seamos capaces de emplatar los colores, los olores y los sabores de nuestra tierra y ofrecerlos a propios y extraños de una forma sincera y auténtica.

Ahora que el fin de la posmodernidad se nos presenta cada vez más como un hecho evidente, la gastronomía debe cumplir una nueva función. Ya no basta con que nos alimente o nos deleite. Ahora también debe servir para acercarnos a la naturaleza, para hacernos partícipes de la vida y en último término de la verdad. La gastronomía de hoy, como la vieja ciencia aristotélica de antaño, debe partir de la naturaleza para poder ser maestra de la vida.

VIAJE A LA CUNA DEL PAISAJISMO FRANCÉS



El Palacio de Vaux-le-Vicomte es un lugar relativamente tranquilo comparado con otros grandes monumentos de Francia. Suele quedar a salvo de las oleadas de turistas que, tras pasar unos días en París, normalmente prefieren dedicar su tiempo a visitar Versalles, Chartres,  o como mucho Fontainebleau. Sin embargo, es uno de los lugares más interesantes que uno puede visitar en los alrededores de París.
El Château y los jardines de Vaux-le-Vicomte fueron construidos por Nicolás Fouquet, superintendente de finanzas de Luis XIV. Fouquet, de orígenes modestos, había logrado amasar una inmensa fortuna, en opinión de la mayoría por sus propios méritos y en opinión de otros, a costa del erario público. El caso es que, con independencia de cuál fuera el origen de su dinero, nuestro personaje decidió rodearse de belleza mediante la construcción de una espléndida residencia en Vaux.




Fouquet se caracterizó por sus esplendidez y por una marcada sensibilidad para con el arte y la belleza. Según todos los testimonios tenía una personalidad arrolladora en la que confluían la eficacia en la gestión, la creatividad y una empatía natural con cualquiera que fuera su interlocutor. Fue mecenas de famosos poetas y dramaturgos  y en general, amigo y protector de numerosos artistas. Así pues, encargó la construcción de Vaux a un equipo de artistas excepcional: el arquitecto Luis Le Vau, el pintor Charles Le Brun y el paisajista André Le Nôtre, que al diseñar Vaux Le Vicomte crearon un modelo arquitectónico y paisajístico que fue la partida de nacimiento del palacio y el jardín de estilo francés.
Según muchos autores, el culmen de la gloria de Fouquet y el comienzo de su desgracia coincidieron en un mismo momento: la noche del 17 de agosto de 1661. Ese día Fouquet organizó una magnífica fiesta para celebrar la ansiada visita a su residencia de Luis XIV. No escatimó ningún gasto: obras de teatro creadas y dirigidas por Moliere para la ocasión, fuegos artificiales, fuentes, paseos en barca por los canales, alardes gastronómicos… todo para agasajar a su Rey.




Sin embargo, tanta magnanimidad produjo el efecto contrario al esperado. El Rey, abrumado por tanta riqueza y ostentación y azuzado por Colbert -al que la envidia le devoraba y que deseaba vivamente el puesto de Fouquet y que finalmente acabaría ocupando-, quedó convencido de que tanta riqueza no podría haberla obtenido Fouquet sino apoderándose de los recursos públicos.
El caso Fouqet no estaba muy claro a los ojos de la justicia. De hecho, no falta quien defiende que fue inocente de todos los cargos que le imputaron. Pero lo cierto es que, ante la duda, el Rey ordenó su detención y pocos días después, sus bienes fueron confiscados y Fouquet encarcelado hasta su muerte.

En cuanto al equipo de artistas contratados por Fouquet para levantar Vaux, corrieron mejor suerte, ya que el propio Luis XIV, que siempre admiró la inteligencia de Nicolás Fouquet, los contrató para diseñar y construir otro palacio y otro jardín que hoy se conocen universalmente: Versalles.