NÁPOLES, ENTRE EL TORMENTO Y EL ÉXTASIS



Pocos paisajes urbanos son capaces de provocar impresiones tan contradictorias en el viajero como el  paisaje urbano de Nápoles. Como dice un buen amigo, “Nápoles es la única ciudad oriental sin barrio occidental”. Y es que, a diferencia de las ciudades orientales en la que los occidentales siempre conservamos un barrio cuidado y construido a imagen de cualquier gran capital europea, en Nápoles ese barrio no existe.

Nápoles es una ciudad de fuertes contrastes en la que la suntuosa arquitectura de los palacios y de las iglesias y el buen trazado urbano contrasta poderosamente con un ambiente de general abandono que lo invade todo.



La primera vez que visité Nápoles la impresión no fue positiva. Era un día de oscuro y lluvioso en el que las ennegrecidas fachadas de los edificios parecían respirar satisfacción ante nuestra mirada pasmada. La ciudad acababa de dar por terminada la enésima huelga de basuras y los contenedores rebosantes de desperdicios alhajaban cada esquina y cada callejón.

Sin embargo, el ambiente de derrota permanente, el rudo carácter urbano forjado en una fragua acostumbrada a la cercanía de la delincuencia y la familiaridad casi ofensiva de la ropa tendida en todas partes, no dejaban de tener un fuerte atractivo.

Los suntuosos interiores y la poderosa fábrica de los edificios desmienten la apariencia de ruina que ofrece la ciudad a primera vista. Por tanto, no se trata de que los napolitanos no puedan tener una ciudad pulcra, moderna y con una fachada amable. Simplemente, su concepto de paisaje urbano es otro y no les da la gana de parecer una pequeña Suiza.

Andando el tiempo y con ocasión de sucesivas visitas a la ciudad he ido descubriendo que la apariencia externa de Nápoles, más que desidia, expresa rebeldía. ¿Qué sino quieren decir esas fachadas ruinosas envolviendo suntuosos interiores? A mi entender,  además de ser una alegoría de la inmortalidad del Barroco y sus contradicciones, se trata de una afirmación radical de que el mundo no es de color de rosa, de que no les importa nada lo que podamos pensar de ellos y de que tanto si tienen como si no tienen dinero o poder, a nosotros no nos importa.



Sea lo que sea lo que se piense de Nápoles, lo que resulta indiscutible es que tiene un paisaje urbano único en Europa y que su población se identifica con él. El napolitano identifica su paisaje urbano con la ropa colgada de los balcones, las fachadas decrépitas y con ese espacio público cuidadosamente abandonado.

 Ahora que hemos reconocido en Convenios Internacionales que los paisajes cotidianos e incluso los degradados también son dignos de ser protegidos esperemos que se sepa respetar el esplendor decadente de Nápoles sin intentar cambiarla ni transformarla en lo que no es o lo que es peor, en lo que no quiere ser.


1 comentario:

  1. Pocos napolitanos expresarían más acertadamente lo que son. Increible ciudad, microcosmos posesivo y atemporal. Inolvidable.

    Por cierto, haz el favor de llevarte tu cámara de fotos al próximo viaje porque veo que incurres en varios delitos sancionables por la SGAE y uno tiene una trayectoria artística :P

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